El Atlético necesitó dos penaltis para acabar con el colista

El Cholito tarda siete minutos en darle la vuelta al partido ante el colista Valladolid

El Atlético no pasa del ralentí ante un rival que aguantó el tipo como pudo

Nueva actuación decepcionante de Antoine Griezmann, otra vez señalado

El Atlético necesitó dos penaltis para acabar con el colista
Tomeu Maura

Dos penaltis necesitó el Atlético para que el desahuciado colista Valladolid claudicara en el Metropolitano tras otra noche de walpurguis que dejó muchos señalados y pocos bendecidos, pero que por lo menos permite al equipo seguir manteniendo la tenue llama de la esperanza en su quimera por alcanzar primero al Real Madrid y luego al líder Barcelona. Claro que por lo visto bajo la cortina de agua que azotó el estadio, hará falta una buena colección de milagros para sumar el pleno en los siete partidos que quedan.

Fue una buena noche para Giuliano -sobre todo la primera parte-, Julián -dos penaltis transformados-, Llorente -siempre suma- y quizás para Sorloth y Riquelme -buena aportación desde el banquillo-, pero en cambio ni siquiera los focos sirvieron para iluminar el mal fario de Lenglet -cuarto penalti de la temporada-, Koke -sin ritmo- y, sobre todo, de Griezmann, al que el entrenador no hace ningún bien manteniéndolo como titular en las condiciones en las que se encuentra.

El Atlético salió al ralentí, displicente y sin la tensión necesaria para enfrentar a su rival, aunque fuera el colista Valladolid, y su falta de interés acabó pasándole factura. A los 20 minutos Lenglet se transformó en Oblak en su propia área y despejó de zamorana un saque de esquina. Nuevo error del francés que por supuesto no desaprovechó Sylla para situar el partido en un sorprendente 0-1.

Pero para este Valladolid, sin embargo, incluso las pequeñas alegrías tienen un corto recorrido. Sólo cuatro minutos más tarde Javi Sánchez pisó a Giuliano en el área y al VAR no le quedó más remedio que enviar a Díaz de Mera al monitor. Desde los once metros Julián resolvió con un disparo al centro de la portería que descolocó a André Ferreira.

El 1-1 fue para los pucelanos la peor noticia posible porque devolvió a la vida al Atlético y sobre todo al Cholito, que no satisfecho con provocar un penalti decidió iniciar una aventura en solitario que esta vez sí llegó a buen puerto. Menos de dos minutos después del empate regateó a Henrique y soltó un zurdazo en el área pequeña que golpeó con violencia la red. De repente nadie sintió ni el frío ni la lluvia ni en la grada ni en el banquillo, donde Simeone contuvo como pudo su orgullo de padre.

 

El partido parecía encaminarse hacia su epitafio porque el Valladolid asumió su papel de cordero pascual y se preparó para amortiguar el golpe en la medida de lo posible. El Atlético pasó a acaparar el balón y las ocasiones, pero le faltó puntería en la primera parte y de nuevo acabó pagando su pasividad. A los 55 minutos Javi Sánchez botó una falta que desvió Gallagher con la cabeza a su propia portería. Oblak, desesperado, no cabía en sí de frustración: en la noche en la que debía asentar su candidatura al Zamora ya llevaba dos goles encajados.

Simeone, enfadado, se dejó de remilgos y movió el banquillo a discreción. Riquelme, Lenglet y Sorloth empezaron a correr bajo la lluvia mientras tomaron el camino de los vestuarios Lenglet, Koke y un de nuevo silbado Griezmann. Antoine está en un túnel muy, muy oscuro y su entrenador no le hace ningún bien manteniéndole como titular contra toda lógica. Visto que pese a eso no cambiaba nada, el siguiente en la lista fue Nahuel Molina, que se aposentó en el lateral para adelantar la posición de Llorente.

El drama se intuía en la grada cuando el Valladolid acabó demostrando por qué va a bajar a Segunda con más de un mes de adelanto: a los 71 minutos Henrique pisó a Llorente en el área a un palmo del árbitro, que esta vez no necesitó acudir al auxilio del VAR. La araña volvió a ser infalible y el Cholo respiró aliviado.

Ahora sí que el Valladolid depositó las pocas armas que le quedaban a los pies de su enemigo, que le castigó con el cuarto gol, obra de Sorloth tras un rechace del portero a disparo previo de Julián. Lemar falló el quinto en el área pequeña, pero era ya lo de menos porque todo el pescado estaba vendido en una noche que dejó más sombras de luces, pero de la que salió el Atlético con lo que había vendido a buscar, los puntos. A partir de ahí, a seguir soñando con el milagro.

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